El gluten es el responsable de que el pan quede esponjoso y los bizcochos sean blanditos, pero también de que mucha gente lo pase mal. De hecho, reúne las condiciones para ser el villano perfecto: es invisible, se encuentra en más lugares de los que podemos imaginar y basta una concentración mínima para hacer daño a las personas con celiaquía o con sensibilidad al gluten no celíaca, que deben mantenerlo a distancia para ponerse a salvo de sus efectos. Por si fuera poco, circulan muchos mitos y leyendas sobre él, si bien no todas las historias son ciertas. Algunas le restan la importancia que merece, mientras otras lo demonizan hasta desatar la paranoia entre quienes no tienen nada que temer.
«Estamos a merced de charlatanes», lamenta…
Artículo publicado en El Comidista
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