Esta semana, la dietista-nutricionista Beatriz Robles publicó un tuit dirigido a Danone. En él le preguntaba a la empresa por qué la cara interna de sus envases de Activia (es decir, la que solo se ve una vez que abrimos el producto) luce impresa una declaración de salud sobre el yogur. La frase dice así: «El yogur es fuente de calcio que es necesario para el mantenimiento de los huesos en condiciones normales».
¿Dónde está el problema? En que Activia no es un yogur. Se trata de una leche fermentada (como el yogur), pero está elaborada con Bifidobacterium animalis, un tipo de bacteria diferente a las que exige la ley para que una leche fermentada pueda llamarse «yogur». En España, las únicas dos bacterias que permiten utilizar ese nombre son Streptococcus thermophilus y Lactobacillus delbrueckii subsp. bulgaricus. La legislación también prohibe expresamente el uso de las palabras yogur o yoghourt en la denominación de cualquier producto, citándolas incluso como ingredientes, si no cumplen los requisitos de esta norma.

A raíz del incidente, y para recordar que no todo lácteo que fermenta es yogur, he escrito la rima que sigue:
—Yogur— El vasito de Danone lleva arriba una tapita. Al abrirla hay palabritas y fíjate lo que ponen: «El calcio cuida los bones» (los huesitos, casi nada) «Más salud» «Equilibrada» «A eso te ayuda el yogur» Lo dicen con mucho glamour pero es leche fermentada. ¿Cómo 'leche fermentada'? ¿Por qué Activia no es yogur? ¿Lo habrán dejado al albur? No, señor. De azar no hay nada. Te sonará a marcianada, pero es cosa de bacterias. Ser yogur es tarea seria, un reto al alcance de pocos: lactobacillus y streptococcus, no cualquier bichobacteria.
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