Ganar kilos es más fácil que perderlos, pero no ocurre de la noche a la mañana. No es tan sencillo ni tan directo como beber de más y acabar borracho.
(#Hilo sobre #pobresidad) 👇
Subir de peso, aunque fácil, no es instantáneo. Por eso a veces nos cuesta tanto ver cómo funciona la #obesidad: las consecuencias afloran lejos de las causas. Y las causas no son pocas: hay que escribirlas en plural.
La #pobreza está entre los disparadores de la obesidad. Lo destacaba hoy @consumogob con el Estudio Aladino 2019, un documento sobre alimentación, actividad física, desarrollo infantil y obesidad realizado por @AESAN_gob_es.
Las cifras son claras. Y asustan. En las familias con una renta anual inferior a 18.000 euros, casi la cuarta parte de los niños tienen obesidad. Esto es prácticamente el doble de lo que se observa en niños cuyas familias tienen rentas más altas.

Además, el consumo diario de golosinas y las visitas a los locales de comida rápida es notablemente superior entre los niños de familias más humildes.

Los datos, sin embargo, no son nuevos. Existen diversos estudios que vinculan el poder adquisitivo con la obesidad adulta e infantil. @Malnutridos lo menciona por aquí
Los ultraprocesados (#alimentosperpetrados, a decir de @beatrizcalidad) y demás llenabuches de pésima calidad nutricional aúpan nuestras cifras crecientes de obesidad. El problema viene de lejos.
Normal. Estos productos, que se han instalado en la alimentación habitual de medio mundo, son hipercalóricos, hiperazucarados, hipergrasos, hipersalados… e hiperbaratos. Esta parte la tenemos clara: la comida ultraprocesada es barata. Es una baratija. Comida fake.

Pero su escaso valor —que es real— conduce a un pensamiento muy simplista: “ser pobre es no tener dinero suficiente para comprar comida saludable”. Con esto sugerimos que comer sano es demasiado caro (en España no es así) y la idea de pobreza se simplifica demasiado.
La pobreza abarca mucho más que no tener dinero para comprar comida sana. La pobreza lo condiciona todo y te (des)ordena la vida entera de una manera particular. Determina dónde vives, qué te acucia, qué te ocupa en lo inmediato.
La pobreza te come el tiempo y te consume la energía: comer sano y bien es posible, pero hay que disponer de tiempo, de fuerzas y de una convicción que a veces no tienen ni las personas con más medios: la convicción de que eso que comes hoy determinará tu salud más adelante.
Es más fácil sostener una actitud de cuidado a medio y largo plazo si no estás enfrascado en resolver las urgencias del momento en el que estás. Para proyectarse y planificar hacen falta unos mínimos de estabilidad.
Resistirse a la comida ultraprocesada no es fácil (es sabrosa, palatable, nos provoca mucho placer sensorial). Menos aún cuando no tienes esa estabilidad como para desarrollar un plan de vida sana en un futuro que no eres capaz ni de imaginar.
Mientras, la publicidad de comida chunga nos bombardea. Acoso y derribo, sin parar. De esto sabe (y ha escrito) un montón el abogado experto en derecho de la nutrición @fojuelosdotcom junto a @JulioBasulto_DN
Mientras, hay comida chunga que se anuncia como saludable y que muchos padres y madres compran creyendo que le hacen un bien a sus hijos. Los cereales azucarados de desayuno (“chucheales”, a decir del pediatra @carloscasabona) sirven de ejemplo. Pero hay muchos otros.
Mientras, la comida chunga reconocible nos provoca una falsa sensación de felicidad. Si la tarrina XXL de helado es el antídoto simbólico a un desengaño amoroso, qué no podrás necesitar si te derrota la vida.
Mientras, no haces ejercicio de manera regular, te enganchas al ocio sedentario, miras a tu alrededor y ves que «estar fuerte» es lo habitual. No percibes que algo vaya mal, ni en ti ni en tus hijos.

Y subes de peso, sí, con la suficiente constancia como para que se convierta en un problema, pero la suficiente lentitud como para que no lo notes enseguida. La hipertensión y la diabetes son silenciosas. Avanzan de puntillas hasta que tiran la estantería de los vasos. Crash.
Construir el puente desde «unos kilitos de más» hasta «una obesidad mórbida con patologías asociadas» es un proceso que lleva tiempo. Pero es un proceso imparable si el entorno en el que vives te da la maquinaria y los materiales para que puedas avanzar.
La obesidad no se hace sola, hay que hacerla. Y es más fácil construirla si eres pobre.

Originally tweeted by Laura Caorsi (@lauracaorsi) on 30 septiembre, 2020.
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