Un apunte sobre la polémica de los huevos fritos envasados y las mandarinas que se venden ya peladas.
Tendemos a interpretar las cosas desde nuestra perspectiva individual o desde la mayoritaria colectiva. Esto ahorra tiempo, simplifica procesos y en general funciona. Pero tiene un precio: olvidar que hay personas con necesidades distintas a las nuestras.

🍕 Sí, hay productos y presentaciones para ahorrar tiempo y poder comer sin cocinar (para «gente vaga», como he leído por ahí).
🍊 Y sí, hay productos y presentaciones que son muy poco sostenibles. No solo por el envoltorio, sino también por su producción y su procedencia.
Pero también hay una parte de la población que tiene grandes dificultades con los alimentos, ya sea para cocinarlos, manipularlos… e incluso comerlos.
No me refiero solamente a las personas con discapacidad, como explica Gemma del Caño en este hilo de diez:
Me refiero también a las personas mayores. Personas que viven en pareja o solas y que van perdiendo habilidades y destrezas a medida que pasan los años.
Estas personas son un grupo muy importante de la población. No son una minoría. En España hay alrededor de 2 millones de personas mayores que viven solas.
Y son clientes.
La industria alimentaria tiene una capacidad adaptativa impresionante. No es caritativa; es lucrativa. Su negocio está en vender productos, a cuantas más personas, mejor. Y para ello los adapta: diversifica sus productos al máximo posible para llegar a todo tipo de personas con todo tipo de necesidades y gustos. Si nos dan miedo los aditivos, se encarga de poner todo «sin E». Si aumenta el interés por las dietas vegetarianas, crea y ofrece todo tipo de productos de origen vegetal.
Y si te duelen las articulaciones, te tiemblan las manos, te atoras al tragar, te olvidas de una hornalla encendida o no aguantas mucho tiempo de pie cocinando, también hará productos para satisfacer tus necesidades.
Es lo que mejor sabe hacer.
Originally tweeted by Laura Caorsi (@lauracaorsi) on 30/11/2022.