Compramos menos azúcar que antes, pero consumimos más. Aunque su venta para uso doméstico ha bajado casi un 37% en diez años —de 4,1 kilos anuales por persona en 2012 a 2,6 kilos en 2022—, este descenso es solo una parte de la historia. La otra parte, la más grande, es la que menos se ve: en España se consumen más de 34 kilos anuales de azúcar por persona, y la cuarta parte de los adultos supera el límite máximo de ingesta recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los datos dibujan un panorama nefasto.
Mientras la OMS aconseja que la ingesta de azúcares libres no exceda los 50 gramos por día —y dice que si nos quedamos en 25, mejor—, ingerimos 94 gramos diarios. En esto tiene mucho que ver el tipo de productos que compramos para comer y beber: la mayor parte del azúcar libre que tomamos procede de los alimentos procesados y ultraprocesados, incluidos los que no son dulces. No son diez ni cincuenta ni cien: son muchos más de los que pueden parecer. Si los productos industriales con azúcar oculto fueran caballos de Troya listos para entrar en nuestro cuerpo, las tiendas de alimentación serían enormes hipódromos griegos.
La violenta catarata del azúcar está…
Artículo escrito para El Comidista
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