Verano, vacaciones, desplazamientos en coche y paradas obligadas para descansar y estirar las piernas. Después de un par de horas de carretera y sentados, apetece beber algo fresquito y comer alguna cosa, aunque sea para picar. El problema no son las ganas, sino el contexto y las opciones para satisfacer ese deseo. Porque, salvo honrosas excepciones, las tiendas de gasolinera son entornos obesogénicos donde cuesta encontrar comida sana y “de verdad”. En este artículo se analiza qué sucede en estos espacios y cómo evitar al máximo las tentaciones.
No hay peor combinación posible: sedentarismo, apetito y productos comestibles de baja calidad nutricional. Los médicos y los nutricionistas lo subrayan siempre que pueden: hay que moverse, estar activos, comer sano. Por fortuna, cada vez hay más personas que en su vida cotidiana aplican estos consejos tan conocidos. Sin embargo, en los viajes por carretera es frecuente saltarse estas señales. Parejas, grupos de amigos, familias, personas solas… Da igual la edad o el formato del viaje. La mayoría de quienes paran a repostar combustible acaba picando alguna cosa de la tienda de la estación de servicio, incluso los que habitualmente cuidan su alimentación.
¿Por qué sucede esto?
Existen varias razones que influyen en simultáneo:
- El impacto de la novedad
- El imperio de la oferta
- El ocio y la pereza
- …
Artículo publicado en Eroski Consumer.
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