Cuando la cantidad de grasa acumulada en el hígado supera el 5% de su peso, hablamos de hígado graso, una enfermedad que ya afecta a la cuarta parte de la población y que depende, en gran medida, de nuestro estilo de vida.
Ni dieta depurativa ni batidos detox. El principal aliado para ‘depurar el organismo’ lo traemos incorporado desde que nacemos. Es el hígado, y la función que realiza es vital: nos ayuda a digerir los alimentos, a almacenar los nutrientes y a eliminar las toxinas. Existen varias enfermedades que afectan a este órgano, aunque las más habitual de todas es, también, la más silenciosa. Se llama hígado graso y, como bien sugiere su nombre, consiste en la acumulación excesiva de grasa en las células que lo componen.
La enfermedad es cada vez más frecuente y tiene una prevalencia muy alta. Según la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD), la sufre entre el 20% y el 30% de la población. Y el pronóstico es que irá en aumento, ya que está estrechamente vinculada al sobrepeso, la obesidad y la diabetes, tres grandes problemas de nuestro tiempo. ¿Cómo surge el hígado graso y cuáles son sus consecuencias? ¿Tiene síntomas claros? ¿Se puede prevenir o curar? ¿Qué papel desempeña la dieta en su mejoría? Respondemos a estas (y otras) preguntas.
1. ¿Cómo surge esta enfermedad?
Ocurre igual que con el foie gras, el que compramos en el supermercado para elaborar aperitivos. Para que el foie tenga esa textura y consistencia, es necesario sobrealimentar primero a los animales: engordarlos. Con las personas sucede lo mismo. El hígado graso es una patología ligada a la obesidad —sobre todo, la que se presenta en la zona abdominal— y tiene mayor incidencia entre las personas con sobrepeso.
Aunque la causa exacta del hígado graso no está clara, y no siempre es la misma en todos los pacientes, los especialistas coinciden en señalar algunos factores de riesgo comunes. La resistencia a la insulina, los niveles altos de triglicéridos, los niveles bajos del ‘colesterol bueno’ y la hipertensión están entre los principales, además del exceso de peso. Por esta razón, la Organización Mundial de Gastroenterología considera que esta enfermedad «es la expresión hepática del síndrome metabólico», un aviso de que algo no va bien.
2. ¿Qué síntomas tiene y cómo se diagnostica?
El hígado graso no suele presentar síntomas concretos y esta es una de las razones por las que muchas personas tienen la patología sin saberlo. En algunos casos puede haber señales de fatiga o malestar abdominal, aunque son los menos. Las situaciones en las que hay inflamación hepática (y, por tanto, un riesgo real de desarrollar enfermedades graves) rondan el 10%, según estimaciones de la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD).
El diagnóstico comienza entonces con una sospecha. Por ejemplo, tras un análisis de sangre rutinario que arroja alteraciones en los marcadores hepáticos, como las transaminasas, o que muestra unos valores anormales de glicemia, triglicéridos y colesterol. Estos signos, característicos del síndrome metabólico, suelen ser la primera pista. Si, además, la báscula y la cinta métrica nos muestran que tenemos sobrepeso y tenemos hipertensión, es muy probable que tengamos hígado graso. La patología se diagnostica con una ecografía abdominal y, en ciertos casos, con una biopsia.
3. ¿Cuáles son sus causas y sus consecuencias?
El principal desencadenante del hígado graso no alcohólico (HGNA) es la obesidad. Y esto, en sí mismo, es un problema porque, más allá de la estética y del deseo de querer verse bien, el exceso de peso reduce mucho nuestra calidad de vida, afecta al corazón, sobrecarga las articulaciones y aumenta las probabilidades de tener otras enfermedades crónicas.
Además, una de cada diez personas con hígado graso presenta daño e inflamación en las células hepáticas. Esta condición, llamada esteatohepatitis no alcohólica (EHNA) es la que más preocupa a los especialistas, ya que puede mantenerse sin síntomas durante años, hasta derivar en cirrosis, cáncer hepático o enfermedad cardiovascular.
4. ¿Quiénes tienen más y menos riesgo?
¿Qué personas tienen mayor riesgo de desarrollar hígado graso? ¿Cuáles son, por el contrario, las que tienen menos probabilidades de padecerlo? Las Guías de la Organización Mundial de Gastroenterología son claras al respecto: ser joven, sano, con un bajo consumo de alcohol, y ausencia de obesidad son las características comunes de la población de bajo riesgo.
Por el contrario, la obesidad, el síndrome metabólico, los antecedentes familiares y la edad incrementan las probabilidades de desarrollar esta patología. Según diversos estudios, la prevalencia del hígado graso aumenta conforme aumenta la edad, si bien cada vez se registran más casos de niños con obesidad, problemas metabólicos e hígado graso.
5. ¿Cuál es el tratamiento indicado?
Primero, lo fundamental: no existe ningún medicamento, bebida, extracto o complemento natural que pueda curar el hígado graso. Es más, a día de hoy, no hay ninguna terapia basada en la evidencia que haya sido aprobada para esta patología. Así lo indica el comité de expertos de la Organización Mundial de Gastroenterología, que lo subraya de manera taxativa. ¿Significa esto que el hígado graso no se puede tratar? Afortunadamente, no.
El tratamiento indicado es… un cambio profundo en el estilo de vida, que incluya hábitos más saludables de manera permanente. Así, para frenar el avance del hígado graso y la esteatohepatitis no alcohólica, es clave seguir una dieta sana, realizar ejercicio físico, bajar de peso, y controlar el colesterol, los triglicéridos y la diabetes (en caso de padecerla). En los casos más severos, el médico puede recomendar una cirugía bariátrica para bajar de peso e, incluso, un transplante de hígado.
Dieta recomendada para el hígado graso
El hígado ‘trabaja’ con lo que comemos. Por tanto…
Artículo publicado en Objetivo Bienestar.
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