La carne de pavo es saludable y económica, pero hay que saberla elegir, sobre todo, cuando se trata de fiambre.
El año está de estreno. Si en la lista de buenos propósitos está mejorar nuestra alimentación (y si hemos sucumbido a los excesos navideños), es probable que intentemos hacer cambios en la dieta y elegir alimentos más ligeros. El pavo es uno de ellos, pero ¿son todas las versiones igual de saludables? Resulta que no.
Empecemos por el principio: la carne de pavo es muy sana. Comparada con otras carnes de ave, es la que contiene menos colesterol, menos grasas y más proteínas. En 100 gramos de pechuga a la plancha solo hay 145 kcal, casi el 30 % son proteínas y menos del 3 % son grasas. Lo demás son minerales y agua. Por tanto, sí, estamos ante un alimento que cumple con los requisitos indispensables para formar parte de una dieta saludable y magra.
Además (y esto es importante, sobre todo en plena cuesta de enero), se trata de un alimento asequible, lo que permite incorporarlo a nuestro menú cotidiano sin exigirle un sobreesfuerzo al bolsillo. Si lo combinamos con algunos básicos, como el arroz integral o el cuscús, y con verduras y frutas de temporada, podremos comer rico y sano por poco dinero.
Sin embargo, no es lo mismo la carne de pavo que el fiambre de pavo, ese producto tan popular que solemos comer frío y en lonchas. Con excepción de las calorías, en las que casi no hay diferencia, los valores nutricionales son distintos y también su composición. Por concretar: en 100 gramos de fiambre de pavo, las proteínas se reducen a la mitad y las grasas…
Artículo publicado en Eroski Consumer.
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