Las aplicaciones para conocer el perfil nutricional de los alimentos envasados han irrumpido con fuerza en el mercado. Con millones de descargas en pocos meses y cientos de miles de productos catalogados, estas apps forman parte de un nuevo modo de entender la alimentación… o, mejor dicho, de intentarlo. Porque, como señala la doctora Alba Santaliestra Pasías, presidenta del comité científico de la Academia Española de Nutrición y Dietética, su éxito “es consecuencia de la nula o limitada educación alimentaria que tiene la población, unida a la gran oferta de opciones que hay en los lineales de los supermercados y a las campañas de marketing de productos poco saludables, que dificultan la posibilidad de conocer la mejor opción de forma sencilla”.
Dificultades para entender las etiquetas
Como resume Santaliestra, estas apps ofrecen al consumidor “información traducida” sobre los productos que tiene previsto adquirir. Pero ¿en realidad necesitamos un traductor nutricional? ¿Acaso el etiquetado no es lo suficientemente claro? “La información nutricional es clara, pero existen datos adicionales que dificultan las elecciones, hacen hincapié en aspectos muy poco relevantes desde el punto de vista nutricional e impiden al consumidor prestar atención a la información relevante”, responde.
Entre los elementos que distraen encontramos los reclamos de salud, las palabras que despiertan evocaciones (como “natural”, “artesano” o “de la abuela”), las imágenes atractivas de los envases y, por supuesto, el hecho de que la información importante muchas veces se presenta en letra pequeña y con palabras técnicas. El ejemplo más flagrante es la gran cantidad de sinónimos que se utilizan para sustituir la palabra azúcar: dextrosa, fructosa, glucosa, maltosa o sacarosa…
Ante esta opacidad, las aplicaciones se presentan como una herramienta de empoderamiento para el consumidor. Un simple clic con el móvil permite al usuario abrirse paso entre las imágenes coloridas, los eufemismos desconocidos, las tipografías diminutas o las promesas de salud, y quedarse con la información que de verdad le interesa; esto es, saber si un producto es saludable o no. En contrapartida, depender de un algoritmo para tomar decisiones alimentarias podría entenderse como una pérdida de poder, máxime cuando no todas las apps analizan y puntúan los productos de la misma manera […]
Artículo publicado en Eroski Consumer.
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