“Un día es un día”, dice el refrán. Y en un día, también, bebemos 428 kcal. “Es una cifra estadística. Significa que muchas personas vendrían a tomar unas 600 u 800 kcal líquidas y otras 200 kcal, o ninguna”, apunta el doctor Carlos Casabona, que se sabe las cifras de memoria. Durante los últimos dos años, este pediatra y divulgador especializado en alimentación ha estado recopilando información y datos sobre todo tipo de bebidas… y nuestra manera de beber. El resultado es un libro —’Beber sin sed’— que ha escrito junto al dietista-nutricionista Julio Basulto y en el que muestran de manera cristalina el tipo de elecciones que hacemos y cómo influye lo que bebemos en nuestro estado de salud. “La inversión publicitaria de todo tipo de bebidas insanas es de una dimensión difícilmente imaginable”, explica en esta entrevista, donde también desvela por qué no es raro encontrar personas que rechazan el agua tal y como es: inodora, incolora e insípida.
El libro contiene numerosos datos de interés, que van desde nuestras preferencias a la hora de beber hasta el impacto en la salud de cierto tipo de bebidas. De todo lo que ha recopilado, ¿cuál ha sido el dato que más le ha sorprendido?
En la carta de una conocida franquicia de cafés, tés y lácteos en general, hay varias bebidas que alcanzan una cantidad absolutamente insana de azúcar y calorías: más de 1.200 kcal que incluyen 125 g de azúcar (¡31 terrones!), bebida de avena o de soja o leche sin lactosa, que muchas veces actúan como señuelo, cacao y nata. Las señalamos en el libro para que los consumidores en este tipo de franquicias o cadenas soliciten siempre la carta de ingredientes y valores energéticos antes de pedir tamaños medianos y grandes de muchos tipos de bebidas.
¿Cuál es la bebida comercial más calórica?
Además de las que se ofrecen en ese tipo de franquicias, a nivel industrial podríamos citar a las bebidas excitantes (mal llamadas “energéticas”) en presentaciones de 500 ml, cuya ingesta supone la introducción de 300 kcal vacías en una sentada. Por otro lado, tenemos a la horchata y muchos batidos de cacao con similares concentraciones de azúcar (13-14 g/100 ml), cuyo poder calórico dependerá de la ingesta, pues se ofrecen desde envases “monodosis” de 200 ml hasta botellas de un litro. Si tenemos sed y nos servimos dos vasos, llegaremos al mismo número de kcal que con la lata de bebida “energética”.
Si uno mira la etiqueta de un refresco zero o light, todos los valores nutricionales dan 0. ¿Por qué no se aconseja tomar estas bebidas? ¿Cuál es el problema, si no tienen azúcar?
No educan en el sabor y eso provoca que la persona que está deseando dejar las bebidas azucaradas no se desenganche de ese deseo de tener ese subidón de sabor dulce que provoca impronta a nivel cerebral. Así, aunque no beba “refrescos” azucarados, es habitual que en su dieta entren postres lácteos azucarados, bollería o helados para seguir teniendo la dosis diaria de “dulce” que su cuerpo le reclama. Por otro lado, cada vez hay más estudios que sugieren que su ingesta provoca un mayor riesgo de muerte prematura; incluso más que la de bebidas azucaradas.
Carmen Cabezas, la subdirectora general de promoción de la Salud de la Generalitat de Catalunya, dice en el prólogo que limitarse a beber agua debería ser fácil en nuestro entorno, pero se vuelve muy complejo en las manos de la industria alimentaria y sus estrategias de marketing. ¿Qué estrategias son esas?
Entrevista publicada en Eroski Consumer.
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