Por qué adoro a la industria alimentaria (#hilo)

Cada año, por estas fechas, tengo el mismo pensamiento: «La industria alimentaria es maravillosa. Ma-ra-vi-llo-sa. Si no existiera, habría que inventarla otra vez».
—Pero, ¡qué dices! Si siempre le pegas palos. ¿Te han untao? Dios. Te han untao.
📢¡HAN COMPRAO A LAURA!

—Cálmate, anda, que nadie me ha comprad…
—¡No me calmo nada! ¡Que siempre la estás criticando y ahora dices que es maravillosa! ¿Tú te oyes cuando hablas? ¿TE OYES?
—Sí, me oigo. Toma, bebe un poco de agua y te lo explico aquí despacito.

Verás, la industria alimentaria (o El Imperio, como lo llama @farmagemma) tiene un lado muy oscuro…
—¡Eso, eso! ¡Eso es lo que siempre dices por ahí!
—Shh, bébete el agua y escucha.

La industria de los alimentos tiene un lado tenebroso que impacta de lleno en nuestra salud. Pero no toda la industria alimentaria es así. Hay seres de luz que fabrican productos muy buenos, capaces de salvarnos la vida, literal y metafóricamente.

Y tengo pruebas.

Este verano he estado dos semanas de acampada sin nevera, sin conexión eléctrica, con una sola hornalla, una bombona de gas de 450g y un ser humano que es una especie de MacGyver del fogón. Uno de esos que con tres puerros y un limón triste te sacan una cena de no sé dónde.

Bueno. El caso es que, antes de irnos al monte, MacGyver fue al supermercado. Compró muchas cositas industriales que nos ayudaron a comer variado, ‘como en casa’ y que están muy bien, ya sea por su perfil nutricional, su practicidad o su vida útil.

Cositas que se pueden comer frías o calientes, que combinan bien entre sí, que se conservan bien a temperatura ambiente y que te permiten preparar la comida en poco tiempo (algo que se agradece cuando vuelves reventado de caminar todo el día a tu ‘hogar’).

Llevamos varios botes de legumbres (son un must: sanísimas y van bien con todo), botes con acelgas, judías, espinacas, cardo, alcachofas, espárragos y patatas ya hervidas. Estas últimas dan mucho juego (en ensaladas o platos calientes). Merecen un monumento patatil.

Llevamos latas de atún y caballa, de guisantes, de champis, de aceitunas, de maíz… También barquetas con pimientos asados, escalivada y taquitos de jamón. Llevamos frutos secos de todo tipo (otro must, sobre todo, para las excursiones), dátiles y ciruelas pasas.

En nuestra(s) bolsa(s) de comida para el camping —MacGyver se emociona, tiene una madrecita interior— había también pasta seca (de la que se cuece en 3′) y arroz ya hervido (que no pasa el filtro de los valencianos ni de coña, pero le da un plus a las legumbres calentitas).

Estos garbanzos con espinacas y champis le quedaron a MacGyver de diez, laverdá.

Con nosotros viajaron tetrabricks de crema de verduras y de calabaza (no son como las de casa, pero te hacen el apaño en las noches frías). Ah, y también fue este sobre de sopa ‘de pollo’ intervenido artísticamente por el @PorcentajeJusto.

Ese sobre es un poco basurilla, vale, pero es resultón para echarle cuscús o soja texturizada: ambas opciones se hacen rápido y esa sopa ‘de pollo’ le aporta sabor.

Llevamos botes de tomate frito. Con esos botes, las judías y media docena de huevos que compramos allí, nos dimos este homenaje. Habíamos hecho una ruta de 22 km y 1350 metros de desnivel, dejadme presumir.

MacGyver metió especias en la(s) bolsa(s) —qué invento las especias, ¿eh? Pueden cambiar completamente la presencia y el gusto de un plato aunque lleve los mismos ingredientes—, también café soluble, saquitos de té y tetrabricks pequeños de leche.

Estos envases mini no son la opción más sostenible, pero me permitieron tomar café con leche todas las mañanas sin que se pudriera la leche y sin tirar excedentes.

¿Y qué más? Pues una tableta de chocolate, fruta fresca, tomates, calabacín, pimiento y ajo. La fruta, incluidos los tomates et al, la fuimos reponiendo allí, a medida que los íbamos comiendo. También el pan (qué rico el pan de pueblo-pueblo; probamos todas las hogazas).

Bueno… Vuelvo al principio y con esto acabo: la industria alimentaria es maravillosa. ¿Toda ella? No, desde luego que no. Pero una parte importante de ella sí, y es de justicia reconocérselo. Gracias a ella, durante 15 días sin nevera y con poco gas comimos seguro y variado.

—Gracias a ella y al MacGyver ese, ¿no?
—Sí. Sobre todo, gracias a él. Porque a mí, si me dejan sola en casa, con microondas, cacharritos de silicona y todos los implementos, me pasa esto de anoche. Soy la bomba, lo sé. 🙈🔚

Originally tweeted by Laura Caorsi (@lauracaorsi) on 17/09/2021.

Una respuesta a “Por qué adoro a la industria alimentaria (#hilo)

Add yours

Deja un comentario

Crea una web o blog en WordPress.com

Subir ↑