La ciudad: escaparate millonario de comida insana

La publicidad de comida ultraprocesada en la vía pública influye en tu dieta y moldea tus preferencias alimentarias, sobre todo, si vives en un entorno urbano y tienes bajos ingresos

No hace falta vivir en una zona de enfrentamiento armado para salir a la calle y recibir un impacto. Alcanza con estar en cualquier ciudad de tamaño medio para que te acribille la publicidad; para que recibas, sin darte cuenta, miles de impactos entre los ojos. Así se llama en la jerga publicitaria al momento en que una persona es alcanzada por un mensaje: impacto, una palabra de reminiscencia bélica que describe bastante bien hasta qué punto la ciudad puede funcionar a veces como un coto de caza para las empresas. Las marquesinas y los kioscos, las vallas y las farolas, las lonas que cubren los edificios en obras, las paradas y los autobuses… Todos son puestos de tiro. Mientras esperas, conversas, paseas o conduces, vas encajando los disparos. Y en esa ráfaga de tentaciones, la bebida y la comida insana ocupan un lugar primordial.

Los anuncios de comida influyen en tus preferencias alimentarias. Les ponen nombre a tus gustos. Los moldean. Muchos están incrustados en el paisaje urbano y te interpelan desde allí: «Come». «Prueba». «Disfruta». «Es nuevo». «Exquisito». «Extragrande». «Date prisa». «Llévate dos». «Refrescante». «Sabroso». «Más tierno». «Mejor». Las empresas de comida ultraprocesada invierten millones de euros a diario para que recuerdes que existen, conozcas sus novedades y revivas tu deseo de probar lo que fabrican. Nada es nuevo, en realidad, ni sus productos ni tu deseo, pero la publicidad alimenta el espejismo.

Quizás nunca te hayas puesto a contar la cantidad de anuncios de productos ultraprocesados que hay a tu alrededor. Tal vez no les prestas atención o crees que son insignificantes —a estas alturas, ya son parte de la ciudad; un horizonte al que te has acostumbrado—, pero ahí están, significando. Permeando como lluvia fina. Reforzando con su presencia el contorno de tus opciones. Alcanzándote a ti y al 80 % de la población que, como tú, recibe a diario este tipo de mensajes.

Las cifras refrendan una obviedad que a veces pasa desapercibida: en las ciudades estamos rodeados de estímulos alimenticios y propuestas de comida. Y estos estímulos no solo abarcan las posibilidades reales de compra (que son muchas, a casi todas horas y en espacios donde te conviertes en un comensal cautivo), sino también los anuncios de productos comestibles. Cuando no tienes delante un alimento, tienes la representación de ese alimento. Donde no hay objeto hay signo. Y ese signo, salvo honrosas excepciones, no suele contener sugerencias que sean buenas para tu salud.

Experimento informal para pensar en estas cosas: ¿cuántos anuncios de fruta has visto en las paradas de autobús? ¿Cuántas marquesinas con publicidad de agua? ¿Cuántos carteles iluminados con menús saludables o restaurantes que no sean franquicias de fast-food? Seguramente…

Artículo publicado en Ctxt.

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