Ayer fue el cruasán, hoy son los yogures, mañana será otra cosa. En este punto, da igual. La industria alimentaria se ha comido a Carlos Ríos con patatas. Como diría Nietzsche, «si miras fijamente al abismo, el abismo te devuelve la mirada».
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No parece que haya ofrecido mucha resistencia, más que devorarlo, se han ido juntos de copas. Como tantas veces, el dinero gana a la honestidad. Que en este caso en particular además, es especialmente feo.
Apuesto a que no será el último, y finalmente, se dejará de hablar de este personaje en particular, porque sencillamente forma parte del entramado de la industria mala. Nadie recordará que hubo un tiempo en el que estaba al otro lado.
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